Martin Seligman, reconocido pionero de la psicología positiva, nos explica que la felicidad no siempre depende de nuestro estatus social, nuestra religión o nuestra belleza física. La felicidad en realidad es una combinación única de lo que él llamó “fortalezas distintivas”, como el sentido de humanidad, la templanza, la persistencia y la capacidad de llevar una vida significativa.
Hablar de Martin Seligman es hablar de una nueva era en la psicología. Fue en los años 90 cuando, siendo presidente de la Asociación Americana de Psicología (APA), dio una conferencia para señalar algo que a su parecer consideraba importante: la psicología necesitaba dar un nuevo paso, era necesario estudiar desde un punto de vista científico todo aquello que hace feliz al ser humano. De este modo se podría ayudar a las personas a construir una realidad más satisfactoria.
En la educación
La psicología educativa desde una perspectiva positiva se enfoca en las fortalezas o atributos positivos de las personas en ambientes académicos. Se ha evidenciado que aquellos docentes que enfatizan en las experiencias positivas sobre el desarrollo de habilidades en los niños, hacen que éstos tengan mayor probabilidad de experimentar altos niveles de autoeficacia y otras características de desarrollo psicológico positivo.
En la salud
El propósito de la psicología positiva, en el ámbito clínico y de la salud, es estudiar las fortalezas y las virtudes humanas, así como los efectos que éstas tienen sobre los individuos y la sociedad. Se considera que este tipo de aproximación constituye una valiosa estrategia para la prevención. Pues, actúa como una barrera contra los trastornos psicológicos y pueden contribuir de manera importante con la capacidad de recuperación.
Una vida significativa
La vida significativa tiene una íntima conexión con esa cúspide de la pirámide de Abraham Maslow, ahí donde orientamos las propias virtudes y fortalezas desarrolladas para contribuir a la felicidad de los demás. Hablamos sin duda de altruismo, esa dimensión que Martin Seligman definió como el el ejercicio de la bondad, como el arte de saber elevarnos más allá del mero placer personal para ponernos al servicio de quienes nos rodean.
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