LINK: Percibir que se está en forma mejora la autoestima y los datos de salud
Un estudio de la Universidad de Standford concluyó que las personas que constataron con datos de sus dispositivos electrónicos que habían mejorado su estado de forma, aumentaron su autoestima y la percepción de estar saludables.
Las investigaciones de Ciencias del Deporte han encontrado un beneficio inesperado en los dispositivos que registran constantes vitales como los pasos diarios y las horas de sueño. Cuando el usuario cree que tiene una vida muy sedentaria y el dispositivo lo desmiente con sus métricas, esa persona recupera autoestima y mejora sus datos de salud.
Los científicos de Standford observaron que varias personas cambiaron la percepción que tenían de su calidad de vida después que un dispositivo registrara su actividad física.
Durante el trabajo de campo, 162 adultos que jamás habían contado sus pasos diarios permitieron que un dispositivo electrónico los monitorease durante cuatro semanas. A un primer grupo se le dio un reloj que inflaba la contabilidad y que, por ejemplo, le hacía creer a sus usuarios que habían andado 9.800 pasos cuando en realidad solo habían dado 7.000 pasos reales. Al segundo grupo le entregaron un dispositivo que hacía todo lo contrario: reducía sus pasos un 40%, haciendo pensar que andaban unos 4.200 pasos diarios a quienes hubiesen dado esos mismos 7.000 pasos reales. A los otros dos grupos del estudio se les entregaron relojes que no mentían y que contaban exactamente los pasos reales.
Al final del ensayo, todos los que creían que habían alcanzado los 7.000 pasos diarios, fuera cierto o no, tenían una mejor autoestima. Cuando comenzaron a medir su actividad, habían empezado también a cuidar la alimentación y consumían menos alimentos ricos en grasas. Su forma física había mejorado aun cuando su actividad seguía siendo la misma. El único cambio sustancial registrado por los investigadores fue el marco mental, sentían que estaban haciendo “suficiente” ejercicio, que sus niveles de actividad física habían mejorado y, por tanto, ellos estaban más sanos. Y esto funcionaba como un efecto placebo.
En cambio, los que solo habían llegado a los 4.000 pasos (recordemos que llevaban un reloj trucado) estaban tristes, mostraban una autoestima baja, un estado de ánimo cercano a la depresión, comían peor y registraban pequeños aumentos de la frecuencia cardiaca y la tensión arterial en reposo. Todo ello a pesar de que su conteo de pasos era exactamente igual que el del resto de los grupos, pero ellos no lo sabían.
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