Cuando aprendes un nuevo movimiento –ya sea una voltereta, una postura de yoga o cómo lanzar correctamente una pelota– no solo tu cuerpo cambia: tu cerebro también lo hace.
La repetición y la corrección de errores durante el entrenamiento generan nuevas conexiones neuronales en áreas como la corteza motora, el cerebelo y el tálamo. Esto no solo mejora la técnica, sino que fortalece la atención, la memoria de procedimiento y hasta la autorregulación emocional.
En educación física, aplicar el concepto de neuroplasticidad motriz implica ver el cuerpo como una herramienta para educar la mente. No es solo entrenar músculos, es también construir nuevas rutas neuronales para toda la vida.
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